Voy por el camino
a la mercería, al lado del parque, pero no veo el parque, me fijo en una casa
donde dos niños chiquitos, uno de siete más o menos y el oro como de tres,
están en altas escaleras, poniendo adornos de navidad en el techo del patio (la
casa es como la de Estela), de pronto el niño más pequeño se cae y corro a ver
cómo está, parece que no tiene nada, pero bajo al otro y me quedo hasta que lleguen
sus papás… me la pienso, porque puede que los papás crean que yo les hice daño
o me acusen de algún delito, pero me preocupa mucho lo que les pueda pasar.
Llegan una mujer joven y un señor mucho mayor, quizás veinte años mayor, me
agradecen mientras les explico lo que pasó y les sugiero que le saquen
radiografías al pequeño, puede ser que por la adrenalina no sienta dolor, y por
eso se vea bien (puede haber un coágulo), me despido y me voy, regreso en
dirección contraria a la que iba (me olvidé de la mercería), veo muchas plantas
con flores y decido ir cortando una de cada una; las flores de colores estridentes,
vivos y brillosos siempre han llamado mi atención, aunque las blancas son mis
favoritas: tomo una rosa mexicano, amarilla brillante, naranja… llegando a la
casa las pondré en un florero con agua y les pondré dos aspirinas para que
duren, quizás me quede viéndolas o me anime a dibujarlas…
Pero no he ido a
la mercería, así que regreso, es de noche, la casa de los niños está abierta y
las luces prendidas ¿qué habrá pasado? ¿Le habrán llevado al hospital? Entro y
me meto por un pasillo angosto que lleva al patio trasero (como en villa
florida), se ve que atrás hay una luz prendida, llego y hay alguien que no
conozco rompiendo cosas, rompe dos peceras en las que había tortugas muy
pequeñas ¡se pueden morir!, mi primer impulso es tomar la manguera y llenar de
agua el patio (aunque pueden sobrevivir sin agua), me doy cuenta del error, hay
un enorme charco, cierro la llave de agua y busco las tortuguitas, me las
llevaré a casa, después pienso qué hacer, pero no las encuentro, siento que
algo pasa rozándome la espinilla y me da miedo, quizás es un animal venenoso,
me paro en una montañita de tierra maciza que sobresale y me fijo que está la
mamá (jovencita) llorando al papá (pero
ahora se ve más viejo y tiene finta de papá noel calvo de la mollera y con barba
no tan larga: le dio un infarto, no hubo tiempo de llevarlo al hospital, pero
está vivo, es extraño… me dice que siga el pasillo que lleva a la otra casa y
que le ayude por favor… quizás hay un doctor o una enfermera, aunque se ve muy
oscuro voy
El pasillo parece
muy largo, la oscuridad es tal que no sé si tengo los ojos cerrados o abiertos,
aunque juraría que están abiertos, pero no veo mis manos aunque sé que las estoy
agitando frente a mi cara… ¿es este pasillo interminable? ¿Por qué no he
chocado con nada, si no puedo ver hacia donde voy?
Por fin veo algo
de luz, salgo y es de día, por lo menos hay luz, un poco nublado, no se ve el
sol, el cielo gris y frente a mí, una casa enorme, de ladrillo y muy vieja, a
mis espaldas el pasillo ha quedado cubierto por enredaderas que cubren
totalmente algo que parece una barda (no sé si esta ahí, pues las plantas lo
cubren todo, no veo a mi alrededor, más
que plantas y la enorme gris y vieja casa. El suelo es tierra seca
Alguien se acaba
de asomar por una de las ventanas del lado izquierdo de la casa, a unas tres
ventanas a la izquierda de la puerta, levantando las cortinas guindas, así que
hay alguien, debo buscar ayuda
No sé porqué,
pero no toco, solamente entro y veo un largo pasillo a medio iluminar (luz
media, pero uniforme), solo hay puertas de mi lado derecho y no sé bien de
dónde viene la luz, si ya he cerrado la puerta y no hay ventanas ni lámparas,
pero no me importa, camino un poco más y noto una entrada del lado izquierdo,
que no había visto antes y que no tiene puerta, es como un gran salón, muy a la
antigua, está muy bien iluminado cuando entro, pareciera que hubiera alguien
ahí, pero no hay nadie, se escuchan voces de alguna parte: hay una habitación
más allá de la pared, detrás de un librero, aunque no hay puerta (frente a mí,
en la primera vista que doy al entrar en la habitación), no sé de lo que
hablan, ¿tener cuidado? ¿Dicen algo sobre sangre? ¿Acaso son vampiros? (solo me
da la impresión, por la casa y el ambiente, parece una película de terror), a
mi lado derecho el salón en el que estoy se conecta con otro, sin puerta
Hay una mujer de
pie en el lugar, muy hermosa, de cabello largo y oscuro, tez pálida, vestido
escotado y oscuro, por un momento me pareció haber visto a Morticia, así que
miro a mi alrededor para ver si hay otro de los locos Adams, pero ella sí
parece viva y la única persona que encuentro es otro hombre mayor, con la piel
sonrosada y aspecto bonachón, aunque parece preocupado, sentado en su sillón de
orejas, tipo Eriol
No me ponen atención,
están muy ocupados (ella mirándolo a él, y él pensando con un dedo recargado en
los labios, como aquella estatua de Miguel Ángel o Rafael, el pensante o
pensador, no recuerdo bien, pero con ropa estilo Alfred [de batman] y mirando
fijamente a la alfombra), no se han dado cuenta de que estoy ahí, quizás porque
no he hecho ruido, por un momento quiero interrumpir, pero noto que el ambiente
es denso y me siento de nervios, así que regreso con cuidado al pasillo,
seguramente hay alguien más en la casa que me pueda ayudar
Abro la primera
puerta, es una habitación vacía, la cama con el respaldo pegado a la pared de
la puerta y enfrente un ventanal enorme que ocupa casi toda la pared y que está
medio cubierto por unas pesadas cortinas mahogami con detalles dorados, a la
derecha hay un closet, no le pongo atención, a la izquierda, la pared pegada a
la puerta. salgo cerrando con cuidado y abro la siguiente puerta, me aterrorizo
al verlo: la enorme cama adocelada, pegada a la pared en la que la otra tenía
un closet: hay un anciano con cara de pesar, acostado en el medio de la cama,
otra persona llorando en una de las orillas de la cama (no le veo el rostro), y
al pie de la cama hay alguien ensangrentado, medio vendado (no le veo la cara
tampoco) y a su alrededor hay muchos pedazos de papel rectangular que destellan
a la luz que entra por la ventana.
Con horror cierro
la puerta, pero tal vez puedo ayudar, la abro de nuevo sólo para encontrar una
habitación idéntica a la primera, pero esta vez sí hay alguien: una niña, creo,
que me da la espalda mientras mira hacia el ventanal, lleva una bata larga
hasta el piso, de las antiguas, con holanes en las muñecas, con las manos
agarradas en la espalda, debajo de su largo y desordenado cabello marrón, vira
un poco el cuello y me mira con sus ojos oscuros, su rostro impasible y su piel
casi gris, se acerca a mí y de pronto me invade un miedo terrible, nunca había
tenido tanto miedo…
Alguien me grita
“Mátala o sino te matará a ti”, no sé si viene de mi cabeza o hay alguien más
en la habitación: la puerta está cerrada, ella se acerca más y más… de lejos se
veía pequeña, de cerca parece más alta que yo, no sé de dónde rayos saco una
daga, justo a tiempo, porque la niña, que resultó sí ser más alta que yo, me ha
tomado de los hombros y me está zarandeando… tengo miedo: con la daga rasguño
arriba de su oreja izquierda, ella no se detiene, con mi mano izquierda hago lo
mismo arriba de su oreja derecha, no se detiene… la apuñalo en el pecho, justo
donde está el corazón y comienza a sangrar… la sangre cae rápidamente por su
cuerpo: ¿es normal que salga tanta sangre? De pronto me doy cuenta de que ya no
cae por la bata rosa pálido de la niña, sino por una camisa a cuadros azules,
le miro el rostro y es Kino… suelto la daga… ¿cómo pude haberle encajado la
daga a Kino? Siento desesperación mientras él cae sobre mí, ensangrentado,
liviano, pesado… no sé…
Me paso uno de
sus brazos por mis hombros y lo saco de la habitación: necesito ayuda, abro la
siguiente habitación y me encuentro con aquella cama adocelada, el viejo estilo
abuelito de Heidy sentado y arropado en el medio, y hay alguien más… no sé
quien es, no me importa, Kino se está muriendo…. Lo recuesto al pie de la cama
y de pronto me doy cuenta de que ya había visto esa escena, la primera vez que
abrí la puerta de la habitación de la que acababa de salir.
¿Qué haces aquí?,
me pregunta el anciano y entonces reparo que su rostro me es familiar “Abuelo”,
sale de mis labios casi sin pensarlo, explico en pocas palabras lo que pasó,
algo me dice que debo regresar a esa habitación, la otra persona me sigue y
dejamos solos al anciano y a Kino desangrándose al pie de la cama.
Entro a la otra
habitación y la persona que me seguía cierra la puerta, reparo en que es
jazmín, con una blusa lila y un pantalón caki, miro al frente y es la misma
escena que la segunda vez que entré en la habitación: la niña sigue parada
dándome la espalda y mirando hacia el ventanal con su pijama rosa pálido, está
sucediendo lo mismo, me mira, camina hacia mí, siento miedo, esa voz de nuevo
me pide que la mate… tomo la daga… pero no sé qué es real… ¿es jazmín esa niña
y la niña es Kino? ¿Cuál es la ilusión?, no quiero matar a Kino, así que aferro
bien mi mano a la daga, como si así no la dejara actuar por su cuenta, cierro
los ojos y siento el impulso de abrazar a la niña con todas mis fuerzas…
“Eh… es raro que
me abraces”, escucho la voz pausada y nerviosa de Kino y de pronto me doy
cuenta del error, le suelto y le veo con su típica expresión de flojera en ese
rostro de ojos rasgados y piel morena… no lo maté, porque la daga sigue en mi
mano y no en su pecho, jazmín está asombrada detrás de mí, y aquella voz que
antes me pedía que matara, ahora me apremia “Lo hiciste bien, ahora regresa”.
Jazmín y yo
salimos.
Tomo el pomo de
la puerta de la tercera habitación, algo me dice que no encontraré la
habitación de aquel anciano: la abro con rapidez, ni siquiera me fijo bien en
lo que hay, solo alcanzo a ver fotos cayendo de alguna parte y escucho una voz
“recupera la foto”, cierro inmediatamente… sé que en la siguiente habitación
habrá algo más, así que repito el proceso, pero ésta vez no veo nada, solo
escucho que alguien me grita “no pierdas el libro”, cierro apresuradamente y
regreso a la tercera habitación, la del anciano.
Acabo de notar
que Jazmín aún me sigue, entramos las dos a la habitación, el anciano me mira
con preocupación, al pie de la cama, Kino está acostado, vendado con una tela
gris y rodeado por pedazos de papel que destellan con la luz del ventanal.
Me acerco con preocupación
y lo volteo, está vivo, la herida que antes le había traspasado el corazón,
ahora era apenas un rasguño, pero sus brazos parecían de trapo, cubiertos
totalmente por una tela gris oscuro… no importa, esta vivo.
Entonces me fijo
en jazmín, está viendo los papeles que rodean a Kino “Son fotos”, me dice y
entonces recuerdo aquella primera frase “Recupera la foto y no pierdas el
libro” digo en voz alta, más bien para mí, pero Jazmín asiente demostrándome
que ella vio y escuchó lo mismo que yo.
Agarro varias
fotos a la vez y las veo: son todas de alguna fiesta, creo que es una
quinceañera, los fondos son claros y las personas que salen en ellas, que más
bien son adolescentes, todas mujeres, llevan vestidos largos y con holanes, de
colores siempre pasteles o muy caros: rosa, amarillo y naranja, todos en
tonalidades pasteles y un ocasional perla: únicamente la quinceañera iba
vestida de blanco con unos listones de cola de ratón, de color lila que
decoraban su largo vestido.
Mirando los
rostros me di cuenta de que la quinceañera se me hacía familiar, aunque no
sabía bien quien era, sé que la conozco.
Algunas imágenes
pasaron por mi mente, como una película en la que las fotos cobraban vida: un
día soleado, con el cielo azul claro, el suelo cubierto de pasto verde y
fresco, y las personas con sus vestidos de holanes en tonos amarillo, naranja y
rosa, todos en pastel, algunos vestidos de color perla, y perdiéndose entre la
multitud, la quinceañera con su vestido de un pulcro blanco y listones lilas,
mientras su tiara en forma de corona destellaba al caminar, seguía a alguien,
al único hombre del lugar, el único que iba vestido de un color distinto:
negro, de libreta y corbatilla… no podía dejar que se fuera… era peligroso…
Intenté
perseguirla, pero al dar el primer paso aquella fiesta donde todas brindaban,
se desvaneció y me di cuenta de que me había quedado con una mano extendida
como tratando de alcanzar a alguien: frente a mí había una alberca que
inmediatamente se llenó de niños pequeños, todos de la misma edad, nueve u ocho
años, a mi lado estaba una pequeña que se despojaba de su vestido de holanes
blanco y azul cielo.
“Es la fiesta de
Carolina” decía como hablando con alguien pero sólo yo estaba a su lado, así
que pensé que se dirigía a mí, le miré con atención, y no me sorprendió ver a
la quinceañera de diez años menos mientras se quedaba vestida con su traje de
baño de una pieza. “Seguro que Carolina me deja hacer lo que quiera”, me dijo
con su voz infantil mientras me miraba a los ojos “Falta poco para que me odie,
tenemos que aprovechar ese tiempo, además… algún día yo también seré mayor”…
“Oye”, me llama
Kino y me doy cuenta que de nuevo estoy en la habitación del anciano, con las
fotos en mi mano y a mi alrededor.
“Recupera la
foto”, me digo de nuevo como si no hubiera pasado nada, y volteo las que tengo
en mis manos, buscando la fecha o alguna nota, pero por el derecho y el revés,
es la misma foto, como si se hubiera impreso la misma foto por ambos lados del
papel: todas están igual, comienzo a descartarlas, hasta que encuentro una.
La única foto en
la que la quinceañera está sola, sale de medio cuerpo, mirando soñadora y
sonriente hacia el cielo, con un ramo de flores lilas en las manos, a sus
espaldas, está lleno de árboles y arbustos de un verde vivo, pasto del mismo
color, y una construcción color café claro, de la que no se ve muy bien la
forma, únicamente una pared que contrasta con el azul claro del cielo. Detrás,
la foto de unas muchachas totalmente distintas a las que salen en las otras imágenes.
Enmarcadas en un
fondo de terciopelo guinda, cada una de ellas va vestida de noche, con vestidos
largos, de sendos escotes, los colores son oscuros; negro, guinda, azul oscuro,
café… son alrededor de seis y todas llevan el cabello oscuro largo y lacio
suelto hacia atrás y sin nada que cubra sus frentes.
Esta foto es
diferente a las demás, totalmente diferente…
Debo ir con esas
muchachas para recuperar la foto, pero no sé dónde encontrarlas.
“Recupera la foto
y no pierdas el libro”, me grito, pero no sé qué libro…