Los pasillos
eran oscuros y sólo se escuchaba su
respiración agitada y los golpes de sus pisadas al correr por ellos.
Finalmente encontraron
una puerta sin seguro y se encerraron en ella. Él atracó la puerta y se dejó
caer deslizándose de espaldas en la pared.
-No puedo
creer que él sea el asesino… se veía tan pacífico...
-Las
apariencias engañan- contestó él, aún desde el suelo e invitó a su interlocutor
a sentarse a su lado- ¿verdad?
No lo vio
venir de aquella sonrisa tan asustada como la suya, pero la sangre ya brotaba
cuando escuchó la última palabra.
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