jueves, 10 de noviembre de 2016

Para Carlos:

En algún lugar leí o escuché que a las únicas personas a las que hacemos felices con nuestro sufrimiento es a nuestros enemigos... siempre he entendido como sentido común que para hacer felices a los que amamos, debemos ser felices nosotros mismos. Siempre lo he sabido. Siempre lo he creído así...
Estoy divagando.
Pensé mucho en lo que te quería decir, pero, llegado el momento, en realidad no salió ninguna palabra de mi boca. Me conoces, sabes que mantengo miles de posibles conversaciones imaginarias en mi cabeza, planeando lo que diré y lo que me dirán... en realidad no sé porqué lo hago... al final nunca sirve de nada, porque las personas nunca responden lo que mi imaginación predice, y cada vez termino siempre en una encrucijada emocional que me imposibilita, hasta horas después cuando mi cerebro se vuelve a activar por fin y se me ocurre la ingeniosa contestación que debí haber dado.
No soy buena con las conversaciones de frente, probablemente porque no soy buena lidiando con cosas sentimentales, bajándome al nivel de ser sólo una chica perdida e inexperta. Una tonta, como bien lo resaltaste tantas veces.
Quizás es por eso que temía enfrentarte... quizás es por eso que ahora te escribo esta carta, incluso si, en realidad, aún no sé qué decirte.
¿Debería comenzar por contarte mi parte de nuestra historia? En realidad no tengo tiempo, y sospecho que sería fútil, porque de todas maneras, tú ya la sabes, tú estuviste ahí... y aunque no lo hubieras notado, en realidad, no tengo ganas de recordar nada... además, no tengo mucho papel y tengo aún menos tiempo antes de que despiertes.
Prefiero haberme ido antes de que despiertes. Sé que soy cobarde... debes estar pensando eso en este instante. Lo admito, lo sé, no soy capaz de negarlo. Sé, de alguna manera, que te molestarás muchísimo conmigo cuando descubras que me he ido.
Supongo que por eso tengo tanta necesidad de pedirte disculpas, por irme sin decir nada, por huir en la noche como delincuente... pero no pretendo hacerlo. No te pediré disculpas, aunque sé que te debo una explicación al menos, y esa es la razón de esta carta sin sentido.
Me voy, pero no me voy porque no te quiera. Sabes que te quiero, sé que lo sabes, porque has jugado bien la carta de ese conocimiento, has sabido manipular esa situación hasta orillarme hasta este momento... pero no te confundas, no te culpo. Creo que si sufrí, en gran medida fue también mi culpa.
Me aferré durante tanto tiempo a ti, incluso sabiendo que no me querías, que la amabas a ella, y cuando volviste a estar con ella, aunque sabía que debía dejarte ir, aunque sabía que debía alejarme y dejarlos ser felices, me quedé, me colgué a ti como un lastre y te obligué a cargar conmigo, impidiendo que fueras feliz.
La miraba todos los días en la oficina, odiándola descaradamente, porque sabía que yo no era tan buena como ella, tan bonita o sensual o llena de confianza... y cada vez que me dabas tus regalos de compensación por haber estado con ella, veía su estilo, sus gustos reflejados en todo, y la odiaba aún más... pero sobre todo, me odiaba a mí misma.
Sentí, durante mucho tiempo, que perdía todo lo que era, que me llenaba de sentimientos egoístas, queriendo conservarte cuando estaba consciente de que ustedes dos merecían estar juntos, que se necesitaban... pero es que yo también te quería, yo también te necesitaba. Aún lo hago.
Poco a poco me di cuenta de que me estaba perdiendo, me estaba convirtiendo en una persona cruel, lastimándote y lastimándome, culpándola a ella y a ti y a mí... me di cuenta de que era infeliz y que te estaba haciendo infeliz conmigo.
Pensarás que soy cobarde. Lo soy. Pensarás que soy rastrera, también lo soy. Pero en realidad no encuentro otra manera... sé que tengo que dejar de interponerme entre ustedes, dejarlos ser felices y buscar lo que perdí en el proceso de tratar de conservarte.
Por eso me voy sin decirte nada, porque sé que si te llegara a ver de nuevo, no tendría el valor de dejarte, seguiría aferrándome a ti, egoísta como soy, porque te amo, porque te necesito, porque a veces siento que no puedo vivir sin ti... pero estoy consciente de que quedándome sólo lograré hacernos infelices.
Debo confesarte también que tengo miedo... tengo miedo de lo que me dirías si supieras que me voy: si me pidieras que me quedara, no tendría el valor de irme, pero si no me lo pidieras... eso me mataría, porque me confirmaría que no me quieres y, en el fondo, eso es lo que más me duele. Así que me voy sin darte la cara.
Me voy para encontrarme de nuevo y volver a ser feliz, para poder desearles la felicidad de todo corazón, y no sólo de mente, no sólo porque sepa que así debe ser.
Te amo, Carlos, y te pediría que me olvidaras, pero soy demasiado egoísta y quiero que me recuerdes para siempre, que encuentres en alguna parte de ti, algún fragmento que me haya querido de verdad, no sólo como alguna de las mujeres que te llevabas a la cama para pasar el rato. Quiero que me recuerdes como uno de tus grandes amores, no como la puta que fui para ti. Por eso te pido que me recuerdes... yo haré lo posible por olvidarte, sin embargo, así condene mi alma por crueldad... espero que me recuerdes.
Adiós y gracias por todo, por ser paciente y dejarme quererte.
Te quiero,
Susana.