viernes, 25 de marzo de 2016

Cuando te convertiste en espuma

Hoy te compré un celular con el mismo número que tenías antes de dejarme.
Cuando lo compraste pensé que estabas loca. Me molestó que te emocionara tanto poder elegir tu número. Elegiste un número tonto... ¿qué de especial podría tener ese número? Te dije un montón de comentarios sarcásticos y me burlé de ti, enojado porque fueras tan banal. "Es una fecha que me gusta", me dijiste, y sonreíste como si no te hubiese afectado nada de lo que dije.
La verdad no recuerdo qué tanto te dije... pero seguro que te hirió, ¿verdad? No me dirigiste la palabra en todo el viaje de vuelta. Recuerdo que me divirtió un poco tu reacción. Me burlé más diciéndote que eras una niña por molestarte... pero no me disculpé... no recuerdo haberlo hecho. No lo hice, ¿verdad que no? Claro que no... porque nunca te pedía perdón por nada... porque siempre me decías que estaba bien... con tus sonrisas, con tu tono despreocupado, con tu actitud de "aquí no pasa nada".
Intercambiaste números con Julio, mi compañero de cuarto, y él sí supo porqué era importante. se emocionó de la misma manera que tú cuando declaró, haciéndome ver como un tonto, que el número era tu fecha de cumpleaños.
Tu fecha de cumpleaños.
Llevábamos más de siete meses juntos, habían pasado casi cinco meses desde tu cumpleaños y yo, por supuesto, no sabía la fecha. ¿Habíamos estado juntos en tu cumpleaños? ¿Por qué no me habías dicho que era tu cumpleaños? ¿Habías preferido estar con alguien más y por eso no me lo habías dicho? ¿Lo habías pasado con alguien que te agradaba más? ¿Te había dado algo bueno, aunque fuera sin darme cuenta? ¿Te había hecho algún comentario de los míos, de esos que te lastimaban? ¡¿Por qué demonios no me habías dicho que era tu puto cumpleaños?!
Estaba enojado. Lo notaste y fingiste que tenías que regresar a tu casa. No te querías quedar a dormir porque sabías que estaba molesto. Pero no te dejé ir, no podía permitir que te fueras, me encabronaba todo, pero me encabronaba más saber que huirías sin hacerte responsable de la vergüenza que me habías hecho pasar con mi compañero de cuarto. ¿Cómo es que él sabía tu fecha de cumpleaños y yo no?
Debí hacer muchos comentarios sarcásticos antes de acostarnos... te veías triste. No recuerdo qué te dije, sólo recuerdo la tristeza en tus ojos antes de acostarte, sola, en mi cama.
Creo que bebí... ya ni me acuerdo. Cuando fui a acostarme, estabas ahí, hecha un ovillo en un rincón de la cama, con el ceño fruncido. se me pasó el coraje solo de verte dormir. Babeas cuando duermes, ¿lo sabías? Varias veces te lo quise echar en cara, burlarme de ti... pero me lo quedé, porque era algo que solo yo sabía. Nadie te había visto dormir, nadie más que yo... eso me gustaba. Me fascinaba ser el único que sabía que babeas, el único que ha escuchado el sonido profundo de tu respiración cuando estás bien dormida... sigo siendo el único, ¿verdad? ¿Verdad que no has dejado que nadie más lo sepa? De verdad necesito saber que es así, que esa sigue siendo mi carta de triunfo...
Toda la noche me obsesioné pensando en u cumpleaños. Al final me convencí de que lo habías pasado conmigo, y me sentí un poco culpable de no haberte dado nada como regalo. Antes de quedarme dormido concluí que lo resolvería comprándote algo al día siguiente... habían pasado casi cinco meses, pero mejor tarde que nunca, ¿verdad?
Al día siguiente salí temprano del trabajo para ir a comprar el regalo perfecto. Lo encontré en una bolsa. Era cara, refinada, femenina, estaba de moda... en una palabra, era Perfecta.
Por eso me molesté tanto cuando me preguntaste si era para Victoria... me lo preguntaste nada más ver la estúpida bolsa... ni siquiera me diste tiempo para decirte que era para ti... ¿por qué chingados le iba a comprar una estúpida bolsa a Victoria en esa pinche fecha de mierda? Pero no te lo dije. Me enojé mucho porque no supiste que era para ti, pero la verdad es que nunca te dije que lo era. No mencioné que era tu regalo atrasado, ni que pensaba que era perfecta porque combinaba con el color de tus ojos. En lugar de eso te dije que sí, que era para Victoria... porque Victoria y yo trabajábamos juntos, porque ella y yo habíamos tenido una relación intensa antes de que te conociera, porque tú lo sabías todo, porque quería que te sintieras celosa.
Esa noche no te quedaste y yo sentí algo así como un triunfo hasta que Julio me dijo que era un cabrón y se fue a dormir sin dar sus "buenas noches" sosas de todo el tiempo. Pero yo no quería admitir que estaba mal, así que empujé la culpa a algún lugar en el que no me molestara y me fui a dormir.
Supe que la bolsa le iría perfecta a Victoria en cuanto la vi entrar a la oficina. Me sentí bien al dársela, me gustó su expresión cuando la vio, todo iba perfecto hasta que Julio me miró con reproche mientras le comentaba a Victoria que esa bolsa era "tan ella". Victoria se carcajeó y apuntó que era increíble que yo siguiera sabiendo exactamente cuál era su estilo.
La bolsa era perfecta para Victoria.
Tú lo sabías, ¿verdad? Pues claro que sí, porque tú siempre sabes ese tipo de cosas... la viste y sabías que era perfecta en el estilo de Victoria, que yo la había elegido como un reflejo de la costumbre... no fue hasta ese momento que me di cuenta de que tú nunca usarías algo así... no era tu estilo... no se parecía en nada a ti.
Esa tare pasaste por la oficina y Victoria de la mostró... pensé que estarías furiosa, celosa, que me recriminarías... pero sonreíste, como siempre: "Carlos y tú se conocen muy bien, como si estuvieran en sincronía ¿a que sí? ¡Qué envidia!", le dijiste a Victoria y luego te fuiste rápido.
Tenías los ojos hinchados cuando te vi al salir de la oficina. No quisiste irte conmigo. Dijiste que tenías mucho trabajo, que te quedarías hasta tarde. Pensé que me sentiría satisfecho, porque habías llorado. Estaba seguro que era por lo de la bolsa... pensé que era mi triunfo... ¿sabes qué? Quería quedarme y gritarte y decirte que era tu culpa, pero todas las palabras se me atoraron en la garganta y me fui sin decirte nada, sin disculparme, sin recriminarte, sin querer verte triste. ¿Me creerías si te dijera que me dolió verte triste? Seguramente no. ¿Verdad que no?
No volvimos a mencionar la puta bolsa. Recibí todos tus pinches regalos perfectos, uno tras otro: por conseguir un proyecto, por navidad, por San Valentín, por mi cumpleaños... me diste cosas que me gustaban, cosas que necesitaba, cosas que iban conmigo, que encajaban perfectamente. Yo sentía que cada regalo era una recriminación, señalándome que me conocías bien, que podías darme las cosas perfectas y que yo no tenía ni la más cagada idea de qué darte para hacerte feliz.
Ni te molestaste cuando no te di nada en febrero. Lo tomaste como si el que yo no te diera nada en San Valentín fuera lo más normal del mundo. De verdad no sabía qué regalarte, pasé todo el día anterior devanándome los cesos para pensar en algo que te gustaría, al final no encontré ninguna pinche tienda de cosas típicas abierta. Pero el hecho de que tú no esperaras ningún regalo después de darme la última pieza de una colección que llevaba años tratando de completar, me hizo encabronar más. Fingí que el regalo me era indiferente, igual que había hecho con todos los demás y tú te limitaste a sonreír con tristeza, planeando seguramente el siguiente regalo perfecto que me demostrara lo incapaz que soy de hacerte feliz.
Ese día decidí que te regalaría algo impresionante en tu cumpleaños. Estaba seguro de que seguiríamos juntos para entonces. Quería darte un regalo que fuera mejor que todo lo que tú me habías dado... quería impresionarte... de alguna manera me lo imaginé como una pinche competencia o algo así. Yo quería ganar.
Compré el puto celular porque hoy es tu cumpleaños y yo no tengo nada que darte. Aunque tuviera el regalo perfecto, no tengo manera de dártelo. Lo único que tengo es este estúpido teléfono que no va para nada con tu estilo, al que le puse la fecha de tu cumpleaños como número, después de que tú lo cancelaras en tu otro celular. Pero pensándolo bien, incluso una pendejada como esta te hubiera hecho feliz, ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario